Navidad_Relato costumbrista por María Emilia Murillo

“Gordote de barba blanca y algo más”

Ya estaba próxima una nueva Navidad, una más, y con su llegada volvían a mi mente muchas de las ya vividas. Aquellas que, siendo niña, pasaba lejos de mis padres, junto a mi hermano, en casa de tíos y abuelos, con características especiales como no ver la llegada del gordote de bigotes blancos, con anteojos y sonriendo como solía verlo en las vidrieras navideñas. Recuerdo que los regalos aparecían de sorpresa el 25, al pie del pino navideño.

Otras, las pasábamos juntos en familia, esas sí que las recuerdo con alegría y ese gordote de bigotes blancos y sonrisa pronunciada aparecía dentro de la estufa a leños que había en la casa.

Pasé muchas Navidades, algunas tristes, otras felices. Por eso, ya de grande adopté la figura del gordote de bigotes blancos y a partir de la llegada de la primer pequeñita a la casa sentí felicidad de ver en sus ojitos negros, redondos como dos uvas, el asombro ante la presencia de semejante personaje.

Al pasar los años, a ella se sumaron sus hermanos que también se sorprendían con su llegada. Un tiempo después, los primeros retoños de nuestro propio árbol navideño y allí mi felicidad fue aún más grande, ya que eran muchos los ojitos, sonrisas, miedos y alegrías que se repetían cada Navidad.

Los años pasaron, el gordote de bigotes blancos continúa con la misma alegría y felicidad de ver esos rostros, algunos ya grandes y compinches de su llegada,


De la mano de sus propios pequeños, la felicidad y la magia aún persisten a pesar del transcurso del tiempo. A esta altura ya no son tantos los ojitos que miran con asombro. Pero sí los suficientes para que continúen las ganas de ser por un ratito, ese gordote de bigotes blancos, con anteojos y sonrisa pronunciada para seguir descubriendo en ellos tanto amor, ternura e inocencia con que esperan su llegada al son del “jo jo jo, feliz Navidad”, acompañado del tilín tilón de su campanita, cargando su bolsa de ilusiones al hombro, a través del pasillo del jardín. Por él corren  a su encuentro, con esos ojitos impregnados de temor y alegría, de asombro y felicidad. Detrás, están los grandes que, seguramente, recordaran al mismo gordote de bigotes blancos, con anteojos y sonrisa pronunciada que no dejó de visitarlos una sola Navidad.
María Emilia Murillo

5 comentarios:

  1. Hermoso!!!Hace 44 años que ese adorable personaje visita nuestra casa sin interrupciones y creo que cambió de indumentaria solo porque el atuendo que trajo los primeros años era demasiado abrigado para el hemisferio Sur

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  2. Hermoso!!!Hace 44 años que ese adorable personaje visita nuestra casa sin interrupciones y creo que cambió de indumentaria solo porque el atuendo que trajo los primeros años era demasiado abrigado para el hemisferio Sur

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  3. ¡Bellísimo relato, Emily! Hermoso testimonio de años idos. Felicitaciones!

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  4. Hermoso relato con los recuerdos de la ninez y la alegria del presente bendecido por una familia amorosa. Felicidades!!

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  5. Hermoso relato con los recuerdos de la ninez y la alegria del presente bendecido por una familia amorosa. Felicidades!!

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