Navidad: cuento de Nidia Calzada

EL MILAGRO
Aún hoy en el pueblo de San Vicente se habla del milagro. Corría el mes de diciembre del año 2016.En la cercanía de las fiestas, la mayoría de las familias
estaban organizando cómo y con quiénes se reunirían  en Navidad y Año Nuevo.
Una madrugada dirigiéndome a  mi oficina, al pasar por la plaza principal vi un grupo de perros reunidos. Uno de ellos les estaba diciendo algo que parecía interesarles a todos por el modo de parar las orejas. Este era Coco el callejero más famoso del pueblo. Mestizo de gran porte. Entre sus ancestros, seguro hubo un dogo y quizás un siberiano, por sus bellos ojos claros.
Alguna vez tuvo un hogar pero vive en la calle hace mucho tiempo. Además de Coco  estaban muchos de los cuatro patas  callejeros, eternos caminantes de mi pueblo. Pintoresco  grupo de distintos pelajes  tamaño y estado físico.
Desde lejos observe como llegaban los del hospital, los del cruce del cementerio y los de la estación. En su idioma perruno se comunicaban acaloradamente, algo estaban tramando.  Era un cuadro muy atractivo verlos así reunidos ya que como en todo pueblo hay perros en las calles pero ellos no suelen andar en  grandes grupos evitando ser corridos por los humanos amantes del orden  público. Siguiendo mi camino rumbo a la oficina  olvidé la  reunión perruna.
Y al fin llegaron las fiestas. Y también en el atardecer  de Navidad llegaron las noticias, voces y voces que comentaban un hecho inusitado. ¿De qué hablaban? Nada más ni nada menos de la Nochebuena de los perros callejeros.
Estando Don Agustín en su chacra y siendo el atardecer vio pasar por el camino real una procesión de perros.
Grande fue su asombro cuando habiendo transcurrido más de dos horas, seguían pasando perros .Algunos solos, otros en pequeños grupos. Por lo que podía ver  se dirigían al montecito de acacias.
 Don Agustín querendón de cuanto animalito existe y gran conocedor del instinto e inteligencia animal, llegó a la conclusión  de que los astutos canes  se estaban poniendo a salvo de los infernales estruendos de la pirotecnia que tanto mal les hacía.
Inmediatamente recordé la reunión de la plaza y no pude dejar de relacionar ésta con el éxodo perruno, hecho que me maravilló, pero  no dudé que había sido algo organizado ya que mi concepto de ellos es muy alto.
El relato de Don Agustín no terminaba con los perros en el montecito. Movido por su gran curiosidad se acercó atraído por una gran luminosidad inexplicable .Lo que vio lo hizo caer de rodillas
- ¡Ave María purísima!- musitó
Los perros estaban en círculo en actitud extasiada ante una enorme estrella que rozando la copa de los árboles iluminaba  cual si fuera de día.
Hombre curtido y corajudo Don Agustín no sintió miedo ante lo que veía pero supo que no era algo corriente. Lo que veían sus ojos era maravilloso. Lo que sentía su corazón era una inmensa paz. Un inmenso gozo
Tembloroso se puso  de pie. Inesperadas lágrimas surcaron su rostro. Comenzó a alejarse comprendiendo que en ese lugar había vivido el milagro de Nochebuena, convencido que aquellos callejeros en círculo estaban contemplando al  Niño Jesús.
El solo había visto esa gran estrella. La estrella de Belém

                                                                                               NIDIA CALZADA

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